Monday, May 24, 2010

21 de mayo de 1879....
Iquique (1879), puerto peruano a la sazón, ha sido bloqueado por la escuadra de Chile, en el contexto de la guerra iniciada unos meses antes.
En la rada se encuentran dos antiguos barcos de madera; la corbeta “Esmeralda”, de 850 toneladas, y 200 caballos de fuerza, con ocho cañones de 40 lbs. cuatro de 30 y dos de 6; máquinas en mal estado, que la hacen operativamente inútil; y la “cañonera” “Covadonga”, (en realidad es poco más que un lanchón) de 400 toneladas, que había sido capturado a España en la guerra de 1865; llevaba dos cañones de 70 lbs.
Combate naval de Iquique

Estos dos barcos habían sido dejados a cargo del bloqueo más que nada para deshacerse de ellos (y de sus comandantes). Están al mando del capitán Arturo Prat (comandante de la “Esmeralda”), abogado y escritor, a quien se minusvaloraba por ser un “intelectual” y un “marino literato”, y el capitán Carlos Condell (al que se tenía por “díscolo”), no exactamente un dechado de disciplina.

Al amanecer se perciben en el horizonte los humos y después las siluetas de dos imponentes navíos, que muy luego son reconocidos: son los acorazados “Huáscar” e “Independencia”, ni más ni menos las dos unidades más poderosas de la escuadra del Perú.
El “Huáscar”, un vapor blindado de 1.745 toneladas, con coraza de 4.5 pulgadas, de muy bajo perfil (por lo que se le llama erróneamente “monitor”), armado con dos cañones de 10 pulgadas (de 300 lbs.) montados en una torre blindada giratoria, dos cañones de 120 mm (4 pulgs.3/4) (de 150 lbs.) por banda, y un cañón de popa de 3 pulgadas (90 lbs.), amén de una ametralladora Gatling sobre cubierta, y provisto de un espolón de proa diseñado para despanzurrar barcos de madera. Su tripulación es de 200 hombres.

El “Independencia”, fragata blindada de 3.500 toneladas, con coraza de hierro de 4,5 pulgadas, armado con 12 cañones Armstrong de 70 libras, 1 cañón Vavasseur de 250 lbs., 1 cañón Parrott de 150 lbs., dos piezas Armstrong de 150 lbs. otras dos Armstrong de 90 lbs, y 2 ametralladoras.
También provisto de un espolón de proa, es tripulada por 375 hombres. Databa de 1865 y era el navío más formidable de la marina del Perú.

Al mando de la flotilla y del “Huáscar” estaba el contralmirante Miguel Grau, el más insigne marino peruano, y al mando del “Independencia” estaba el capitán de navío Juan Guillermo More.

Dada la correlación de fuerzas, no había duda alguna sobre el resultado del combate, si es que se producía, por lo que el comandante peruano y las autoridades en tierra esperaban, en realidad, una rápida rendición y el consiguiente desbloqueo del puerto. El pueblo de Iquique se congregó en la playa para presenciar el acontecimiento.

El capitán Prat ordenó el zafarrancho de combate y comunicó a Condell su decisión de sostener el bloqueo y combatir hasta las últimas consecuencias, ordenándole hacer lo mismo, a lo que Condell respondió con un festivo “all right”.

A bordo del “Huáscar”, el contralmirante Grau arengó a su tripulación en los siguientes términos:

“¡Tripulantes del Huáscar!.
Ha llegado la hora de castigar a los enemigos de la Patria y espero que lo sabréis hacer cosechando nuevos laureles y nuevas glorias dignas de brillar al lado de Junin, Ayacucho, Abtao y Dos de Mayo...

¡Viva el Perú!”

La “Esmeralda” fue empavesada como para una fiesta, se izaron los pendones, y los oficiales se vistieron de gala. Formada la tripulación de la “Esmeralda” en cubierta, el capitán Prat dirigió a su gente las siguientes palabras:

“¡Muchachos!, la contienda es desigual.
Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo y espero que no sea esta la ocasión de hacerlo.
Mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar, y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber".

Este sencillo discurso, pieza maestra de oratoria guerrera, que retrata el carácter y talante del “marino literato”, y dadas las circunstancias en que se encontraban, tuvo el efecto de una inyección de adrenalina en la tripulación, que con entusiasmo y resolución increíbles se aprestó a enfrentar su destino de muerte inminente.
Todas las generaciones posteriores hemos aprendido esta arenga de niños, sea de boca de nuestros padres o en el colegio, aunque no sé si los gobiernos “progresistas” de la ultima década han mantenido esta tradición. Por si las dudas, este artículo lo preparé para mi hijo

Al querer moverse para tomar posición de combate, se reventó una de las calderas y la “Esmeralda” quedó casi paralizada. Así, a media marcha, Prat situó su nave cerca de la costa, a unos doscientos metros, enfrente de la ciudad, con lo que obligaba a los atacantes a disparar con parsimonia para no bombardear a Iquique, y a acortar la distancia, lo que en esas circunstancias permitiría a sacar el mejor provecho posible de los débiles cañones de la “Esmeralda”. Era lo mejor que se podía hacer.
Al ver la situación desesperada de la “Esmeralda”, y con los buques peruanos ya a alcance de tiro, y comprendiendo que la batalla en la bahía estaba perdida aún antes del primer cañonazo, el capitán Condell decidió, en último momento, salvar su nave, la que al menos todavía podía moverse, por lo que abandonó la rada para evadirse hacia el sur. En esta maniobra se cruzó entre la “Esmeralda” y los acorazados, y en ese momento se hizo el primer intercambio de disparos entre la “Covadonga” y los buques peruanos. Una granada del “Huáscar” atravesó a la “cañonera” de lado a lado, matando al médico, un contramaestre y un marinero, pero no impidió la fuga del barquichuelo, que Condell condujo hábilmente pegado a la costa, por bajíos que él y su tripulación conocían bien.
Aquí se puede decir que el almirante Grau cometió el gran error de su vida, que a la postre le costaría la guerra; ordenó al “Independencia”, el más formidable navío de su flota, salir en persecución de la “Covadonga”, una presa que no valía ni el carbón que se gastaba en perseguirla. Por su parte, se dirigió con el “Huáscar” a enfrentar a la “Esmeralda”, que lo esperaba estacionada frente al puerto. Ante la inmovilidad de la corbeta, y mal informado desde tierra, el almirante peruano creyó que esta estaría protegida por “torpedos”, y optó por no embestirla inmediatamente, lo que sería su segundo error. Inició el cañoneo estando a seiscientos metros, obligado a disparar por lo alto porque cada tiro fallido podía caer sobre la ciudad, mientras desde la “Esmeralda” se le respondía con los vetustos cañones de 40 libras y fuego graneado de fusilería. Durante las dos horas siguientes los contendores no se hicieron gran daño: la mayoría de los poderosos proyectiles del “Huáscar” no daban en el blanco, y el nutrido fuego de la corbeta sólo rebotaba en el blindaje del acorazado.
La “Esmeralda” estaba engalanada como para una fiesta, y el poco efectivo cañoneo del “Huáscar” no hacía sino enardecer y entusiasmar aún más a la tripulación chilena que disparaba con todo lo que tenía, al punto de que Grau creyó que tenían ametralladoras; los cornetas tocaban a degüello y no dejaron de hacerlo hasta el final. Toda la tripulación estaba en cubierta combatiendo; los guardiamarinas hicieron de artilleros y cada marinero, grumete, fogonero, timonel, etc. operaba una fusil.
Cerca de las diez de la mañana la guarnición de Iquique, al mando del general Buendía, logró trasladar baterías desde el fuerte y emplazarlas en los cerros en posición óptima para atacar a la corbeta desde tierra. La “Esmeralda” quedó sitiada, y hubo de soportar un combate a dos bordas. Los cañones de Buendía fueron más efectivos y comenzaron a diezmar a la tripulación chilena. Ante ese trance, Prat debió cambiar de posición, con lo que quedó en evidencia su disminuida movilidad, y la no existencia de los supuestos “torpedos” que inhibían hasta ese momento la embestida del “Huáscar”.
A las once y media de la mañana, Grau ordena embestir a la corbeta y dispararle los cañones a tocapenoles. Retrocede el “Huáscar” para tomar la distancia óptima y se lanza a toda máquina sobre la “Esmeralda”. Arturo Prat, el “marino literato” había escrito, algunos años antes, una memoria donde desarrollaba las tácticas que debían usarse para enfrentar a un blindado con un buque de madera; increíble premonición.
En el momento preciso, ordena girar la nave sobre su eje para recibir el espolonazo de refilón; es lo único que puede hacer y providencialmente las agónicas máquinas de la corbeta le responden, …por última vez. En el momento mismo del impacto, las dos naves se disparan a bocajarro con todo lo que tienen, pero toda la tripulación de la “Esmeralda” está sobre cubierta, y mueren unos 60 hombres despedazados. En el “Huáscar”, por el contrario, no hay ni un solo tripulante en cubierta, y los disparos de la “Esmeralda” apenas abollan levemente el blindaje. El capitán Prat ordena el abordaje y salta a la cubierta del “Huáscar” con el sable desenvainado; en medio del pandemonium sólo alcanzan a seguirlo el sargento primero Juan Aldea y un marinero. Los tres son acribillados desde las troneras y quedan en estado agónico. El Capitán Prat es rematado en el piso por un marinero peruano.
¡Al Abordaje muchachos…!



Todo el drama es observado con impotencia desde la “Esmeralda” mientras el “Huáscar” se aleja; la cubierta de la corbeta se asemeja ahora a un matadero, con charcos de sangre y miembros humanos desparramados por todas partes. La tripulación de la corbeta, ya reducida en más de un tercio se enardece aún más, y sólo quieren vengar a su comandante. Asume el mando el segundo oficial, teniente Luis Uribe, y se prepara la cuadrilla de abordaje para el segundo espolonazo.
El almirante Grau, al ver que la nave chilena sigue combatiendo vuelve a tomar distancia y se lanza al segundo espolonazo. Esta vez la “Esmeralda” ya no puede maniobrar y recibe el impacto de lleno en el costado, abriéndose un boquete que inunda las máquinas. Como la vez anterior, el “Huáscar” dispara todo su armamento a bocajarro, y retrocede a toda potencia para zafarse, pero el teniente Ignacio Serrano y una docena de tripulantes tienen tiempo para saltar al acorazado, en un segundo abordaje. En la cubierta sólo se encuentran con un oficial (el teniente Velarde) y dos marineros que huyen. Presumiblemente eran los encargados de operar la Gatling. El teniente Velarde es ultimado de un tiro, y fué el único muerto de la tripulación peruana.



¡Al Abordaje muchachos…!

Serrano y sus hombres intentan llegar a la torre de mando y son acribillados desde los parapetos, quedando el oficial chileno moribundo sobre cubierta. Es llevado a la enfermería del “Huáscar” donde antes de morir intenta provocar un incendio.
Con la tripulación diezmada y haciendo agua, sin posibilidad alguna de maniobrar, la corbeta “Esmeralda” sigue combatiendo; disparando sus cañones que no hacen daño y sus fusiles que tampoco lo hacen. Se dice que Grau, que confiaba en una rendición inmediata y sin sangre, habría exclamado en varias ocasiones “¡pero por qué no se rinden..!” (aunque esto podría ser leyenda). Ordena el tercer espolonazo, cuando la corbeta ya se está hundiendo. Al guardiamarina Ernesto Riquelme le cupo el honor de disparar el último cañonazo de la “Esmeralda”, como digno saludo a la bandera que se hunde con la nave.

Son las doce y media del 21 de mayo de 1879.

De los 198 hombres que tripulaban la “Esmeralda” murieron 141, incluyendo los cornetas que eran niños de 13 y 14 años.


Marineros de la “Esmeralda” al abordaje

Miguel Grau se tomó el tiempo para rescatar a los sobrevivientes y llevarlos a tierra. También recogió la espada del capitán Prat y las prendas personales que se le encontraron y se las envió a su viuda junto con una sentida y caballerosa carta de condolencias donde le relata que “…su esposo murió víctima de su propio valor, en defensa y gloria de la bandera de su patria…”. Esta carta, y el gesto mismo, que ponen de manifiesto la hidalguía española y la grandeza de carácter de Grau, tuvo una respuesta no menos digna de parte de la Doña Carmela Carvajal la esposa de Prat, y este intercambio epistolar ha quedado en la memoria colectiva como una de las joyas de la historia de la guerra.

Los numerosos testigos neutrales y los corresponsales extranjeros que presenciaron el combate se encargaron de dar realce y difusión a la gesta de Prat. Los marinos de una fragata británica (“Turquoise”), hicieron extraer a sus buzos un trozo de madera de la “Esmeralda”, labraron con él una cruz y se la enviaron “al bravo comandante Condell”, expresándole: “Los oficiales y marinos del buque de S.M.B. “Turquoise”, admiradores del glorioso combate de la “Esmeralda” y “Covadonga”, sin ejemplo en los fastos navales”. El “Times” de Londres publicó: “Este es uno de los combates más gloriosos que jamás hayan tenido lugar….etc.” Similares juicios se hicieron públicos en España, Francia, Alemania y Japón.

Mientras esto ocurría en la rada, la “cañonera” de Condell huía hacia el sur muy pegada a la costa, perseguida por el “Independencia”, que por la mala puntería de sus artilleros no logró interceptarla en el cabo. En el trayecto desde El Molle hacia la Punta Gruesa, que ambos barcos hicieron en paralelo, se produjo un combate de borda a borda, en que la “Covadonga” recibió varios impactos, pero ninguno fatal. Increíblemente la débil artillería de la goleta fue mucho más efectiva por la mejor puntería de los chilenos, y porque la tripulación del acorazado combatía sobre cubierta, sufriendo gran mortandad. Al parecer esto exasperó al capitán More que decidió perseguir sobre la estela, a fin de utilizar el cañón de proa, que con una sola descarga habría desintegrado a la “Covadonga”, pero desde el barco chileno rifleros escogidos abatieron a todos los artilleros que intentaban acercarse al cañón. En un momento de máxima ofuscación, More ordena espolonear a la “Covadonga” por la popa, maniobra que se intenta dos veces sin éxito. Al llegar a la Punta gruesa, la nave chilena seguida a toda máquina por el monstruo blindado que la perseguía, tocó fondo y se sacudió, pero logró zafarse; fue cuando Condell pronunció su propia frase para el bronce: “¡Aquí si que se jodieron…!”. Y efectivamente unos instantes depués, el “Independencia” terminaba sus días escorado sobre el arrecife y con su quilla deshecha. Al perder la horizontalidad su artillería no le servía y nada impidió a la “Covadonga” cañonearlo a su gusto, hasta lograr su rendición; More pidió botes, y Orella, el segundo jefe chileno accedió al pedido, mas Condell, enardecido, quería volver a Iquique a socorrer a la “Esmeralda”. Sin embargo, al divisar al “Huáscar” que se acercaba a toda máquina comprendió el desenlace y optó por la más saludable alternativa de huir hacia el Sur. Eran pasadas las dos de la tarde del 21 de mayo de 1879
Grau desistió de perseguir a la “Covadonga” impresionado por la magnitud del desastre del “Independencia”. Había perdido la mitad de su poder naval, y su flota quedaba ahora en una desventaja irremontable frente a la chilena. Ese día quedaba decidida la guerra a favor de Chile. Recogió a More y a los sobrevivientes, y mandó prender fuego al malogrado casco del “Independencia”.

Esta increíble gesta, que parece un guión cinematográfico, es relatada sólo con diferencia de matices por la historiografía peruana, como lo demuestra la siguiente cita:

“El 21 de mayo de 1879, tras participar en el Combate naval de Iquique, ese mismo día se hundió en el Combate naval de Punta Gruesa enfrentando a la Covadonga de la Escuadra Chilena, debido a que el capitán Juan Guillermo More Ruiz queriendo encerrarla al salir de la Caleta El Molle y ya habiendo perdido muchos hombres por la fusilería del enemigo, perdiera el tino y decidiera atacar mediante espolón a dicha nave chilena cuando navegaba en bajos fondos frente a Punta Gruesa, desgraciadamente por el mayor calado de la Independencia, dicha maniobra jugó en contra del buque, por lo que encalló fatalmente debido por una roca submarina que no fue advertida a tiempo y que rompió su casco a babor y que sus timoneles no pudieron evitar, como consecuencia del tremendo golpe, la Independencia destrozó sus fondos y se escoró a babor inhabilitándose fatalmente.
Debido a esta situación, la nave chilena retornó y aprovechó la ventaja táctica que le cayó en las manos de su comandante Carlos Condell de la Haza, ante lo cual el capitán de la Independencia, ordenó abandono e incendio del buque. La Covadonga se acercó por el lado bandeado y cañoneó y realizó disparos de fusilería en contra del naufragio con gran mortandad y suspendió sus acciones aparentemente cuando se izó bandera de parlamento y se dio a la fuga ante la vista del monitor Huascar que venía en pos de noticias de More.
Los restos del navío Independencia fueron incendiado por orden del comandante Miguel Grau Seminario. La pérdida de la Independencia amargó la completa victoria al desbloquear el puerto de Iquique y significó una reducción ostensible del poder naval peruano.”

Combate de Punta Gruesa































Epílogo :


Almirante peruano Miguel Grau Seminario: murió al mando del “Huáscar” en el combate naval de Angamos , el 8 de octubre del mismo año. Al igual que Prat, su último combate lo libró contra fuerzas incomparablemente superiores al ser acorralado por los dos acorazados chilenos más poderosos de la época; los blindados gemelos “Blanco” y “Cochrane”, aunque la mayor parte del combate se libró sólo contra este último. Una granada que dio en la torre de mando prácticamente desintegró al almirante.
Después de una hora y cuarto de épica resistencia el “Huáscar” fue capturado por los barcos chilenos. Este hecho fue recibido con alivio en el gobierno de Chile, pero sin júbilo. La gallardía y caballerosidad de Dn. Miguel Grau le grangeó el respeto y cariño de la sociedad chilena, y no es raro encontrar hoy calles o plazas que llevan su nombre en diversas ciudades de Chile.
Por instrucción expresa del gobierno de Chile, sus restos fueron sepultados con honores de héroe naval, en el mausoleo de la familia Viel, dado que Dn. Miguel Grau era concuñado del comandante chileno (después almirante) Oscar Viel.


Capitán de Fragata Arturo Prat Chacón:
Después de su sacrificio en Iquique, Prat se convirtió en el paradigma de las fuerzas armadas chilenas, y en el héroe máximo en la historia republicana del país. Es un símbolo de la nacionalidad y de la unidad espiritual de la nación, cumpliendo el rol de una suerte de “santo” laico. Es homenajeado con bustos de bronce en todas las plazas de todas las ciudades de Chile, y su retrato está en todas las escuelas. Sus restos fueron depositados en una cripta de honor en la plaza Sotomayor de Valparaíso, entre la Intendencia y el mar, donde lo acompañan Serrano, Aldea, y todo lo que pudo recuperarse de su tripulación.
Últimamente, al amparo de los gobiernos posteriores a 1990, mediante diversas maniobras del más burdo gramscianismo, se ha pretendido destruir su imagen incluso con una “obra de teatro” (financiada por el “fondo nacional del arte”) donde se lo muestra como borracho y homosexual. Durante el reciente gobierno de la socialista M. Bachelet. (2006-2010), y mediante un ridículo montaje publicitario urdido desde el canal estatal de televisión, se le declaró (“por votación popular”), ….“el segundo chileno más importante en la historia del pais”……después de Salvador Allende.


Capitán de Corbeta Carlos Condell de la Haza: después de la “Covadonga”, y convertido en héroe nacional, sirvió en diversos barcos; incluso comandó el “Huáscar” en la toma de “el Callao,” (donde también le hundieron su querida “cañonera”). Llegó a almirante y murió de viejo, rodeado del respeto y gratitud de todo el país.



Capitán de Navío peruano Juan Guillermo More Ruiz:
quien tan torpemente había perdido al “Independencia”, estaba al mando de la Infantería de marina peruana en Arica cuando el ejército chileno conquistó la plaza. Luchó heroicamente en la defensa de la ciudad hasta rendir la vida con todo honor. De esta manera lavó su nombre en la historia de su país.
La toma de Arica es uno de los episodios más sangrientos de la guerra. Las tropas chilenas se descontrolaron y en el asalto al Morro no hicieron prisioneros, pasando a cuchillo a toda la guarnición incluyendo los oficiales. Semejantes desmanes se repitieron también en la ciudad.
Capitán de Navío peruano Juan Guillermo More Ruiz:


Corbeta “Esmeralda”:
descansa en la rada de Iquique donde es venerada como monumento sumergido y mausoleo de más de un centenar de héroes. Cada 21 de Mayo se depositan ofrendas florales en la boya que indica el lugar justo de su hundimiento y situación. Es imposible reflotarla y la acción del tiempo la va desintegrando inexorablemente. Siempre hay un buque chileno que lleva ese nombre. La primera fué una fragata española capturada durante la guerra de independencia. La gloriosa era la segunda. Actualmente (la VI) es el buque-escuela, un bergantín blanco de gran belleza.

Vapor blindado “Huáscar”:
despué de su captura, sirvió en la marina de Chile hasta el fin de la guerra. En el combate de Arica murió su primer comandante chileno el Almirante Manuel Thompson, en el mismo puesto en que meses antes muriera el Almirante Grau. Posteriormente fue comandado por Dn. Carlos Condell en el bloqueo de El Callao. En mayo de 1888 el Huáscar, al mando de Luis Uribe, (El segundo comandante de la “Esmeralda” en 1879) fue encargado de trasladar los restos de los marinos chilenos Arturo Prat, Ignacio Serrano y Juan de Dios Aldea, fallecidos en el combate naval de Iquique, desde esta localidad al puerto de Valparaíso. Participó en la guerra civil de 1891 en el bando congresista. Fue reequipado y modernizado en varias ocasiones para postergar su baja. En 1896 se le retiró de la flota de guerra, y en 1917 se le reincorporó como buque madre de la flotilla de submarinos de la clase H.
Se le restauró como reliquia histórica en 1934, siendo fondeado frente a la base naval de Talcahuano. Entre 1951 y 1952, se inició otra total restauración, con la intención de dejarlo tal como lucía en 1878
La restauración se realizó pensando siempre en la historia vivida por las armadas de Chile y Perú. Es así como en la cámara del comandante se instalaron los retratos de Arturo Prat, Miguel Grau y Manuel Thomson, tres comandantes que murieron en su cubierta. En el que fuera el departamento de calderas se instaló una galería de retratos y un oratorio dándose de esta manera un espíritu de lugar de honra y veneración a quienes ofrendaron su vida por su Patria, y no el de un trofeo de guerra.2
Entre 1971 y 1972, se emprende la segunda etapa de la restauración (casco y estructura). Las labores de restauración estuvieron a cargo de ASMAR Talcahuano. En 1995, el World Ship Trust otorgó a la Armada de Chile el premio "Maritime Heritage Award" por la excelente restauración del monitor Huáscar y por el testimonio que representa para Chile y Perú.
Tras el terremoto de Chile de 2010, aunque se temió por el buque al no encontrarlo en un primer momento, el Huáscar, únicamente cambió de posición, no viéndose afectado por el mismo.





Cañonera “Covadonga”:
fue hundida por un torpedo en el sitio de El Callao. Creo que los peruanos la reflotaron recientemente.
Foto inferior: la llegada triunfal a Valparaíso.


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Fragata blindada “Independencia”:

irremediablemente perdida en los roquerios de Punta Gruesa.





La génesis del conflicto estuvo, en el aspecto formal, en la violación, por parte del dictador boliviano de turno (Gral. Hilarión Daza), de unos tratados celebrados entre ambos países en 1866 y 1874, por los que Chile cedía todo el territorio al sur del río Loa hasta el paralelo 24 , a condición de que Bolivia nunca subiría los impuestos (“royalty”) a las explotaciones mineras chilenas. Lamentablemente, aquellos impuestos eran el principal (y el único regular) ingreso de sus arcas fiscales, y, como era esperable, más temprano que tarde al gobierno boliviano le parecieron insuficientes, por lo que plugo a Daza decretar su reajuste, y ante la resistencia de los afectados, la confiscación y subasta de todas las compañías mineras chilenas. El gobierno de Chile consideró roto el tratado de 1874 y procedió a reivindicar todo el territorio cedido en 1866, y el 14 de febrero se concreta la ocupación de Antofagasta.

El 1 de marzo, Bolivia ha declarado la guerra, confiada en una supuesta alianza tripartita que obliga al Perú y a la Argentina a socorrerla contra Chile.; efectivamente, había un tratado secreto de alianza militar contra Chile entre Bolivia y Perú que databa de 1873, pero la participación de la Argentina en dicha alianza no pasó de un galanteo diplomático. El Perú sin embargo, azuzó a Daza para la declaración de la guerra, mientras su diplomacia afectaba de mediador y amigable componedor.

En el fondo, el gobierno peruano contaba con hacerse del monopolio del salitre (nitrato de sodio), que necesitaba urgentemente para afrontar una gravísima situación de bancarrota; en Bolivia la bancarrota era el estado natural de las cosas, y alzar los impuestos su consecuencia lógica. Y en Chile, prácticamente todas las familias de la aristocracia tenían intereses en el salitre, además de que el 90% de la población de la zona era chilena, desde gerente a jornalero.
Y si vamos más al fondo, tenemos que el gobierno del Perú estaba en connivencia con capitalistas franceses para hacerse de las salitreras de Antofagasta, que eran de capitales anglo-chilenos.
Cuando se tuvo certeza del acuerdo secreto entre Bolivia y el “amigable mediador” (por franca confesión de su presidente, el General Prado), se declaró la guerra a los dos países, el 5 de abril de ese año.

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